martes, 30 de agosto de 2011

Un ciclo es un espejo. ojepse nu se olcic nU. Capítulo 6



¿Era el tiempo, acaso, una unidad mensurable para estos fenómenos de características esotéricas? ¿Era, por ejemplo para Carlos, lo mismo que pasaran 20 días o 20 años? ¿Qué importancia tendría esto en sus existencias? ¿Serían eternos en tanto no cumplieran con su misión?

Lo cíclico de sus cánticos monotemáticos parecía ser la regla primordial de su comportamiento cuasi obsesivo. Estos cánticos embelesaban los oídos temerosos de aquellos habitantes que, jurando no transformarse en uno de aquellos, posaban junto a sus celosías escuchando el armonioso sonido de esta banda cautivadora.

¿Cómo cumplir una misión cuando uno se encuentra encerrado en un devenir cíclico que le hace repetir una y otra vez la misma acción? Pareciera que estos condenados al fantasmagórico surrealismo del barrio de Balvanera se adentraban cada vez más en sus desgraciados destinos.

La infinitud que representaba esta situación paradójica, algunos la compararon con la proyección de la imagen de dos espejos enfrentados que ya Jorge Luis Borges había planteado en sus obras. La eternidad fantasmal era un abismo vertiginoso para aquellos que no estuvieran dispuestos a enfrentarla.

De esta forma, solamente los fantasmas más valientes de los callejones de Congreso podrían romper esa rutina esclavizante que los ataba a la misma condición que ellos garantizaban detestar con profunda convicción. ¿De qué constaba el acto de valentía? Claro, de romper esta reanudación de series parsimoniosas y reconocerlas,  como un hámster histérico que repentinamente reconoce lo estéril de continuar con esa rueda que lo lleva siempre a ninguna parte.

Así, quizás, estos fantasmas podrían ir resolviendo los misterios que los habrían ido trasladando a su situación contemporánea. Pero al igual que ocurre con la felicidad de las personas, no todos lo conseguirían por el mismo camino, ni con la misma disolución del ciclo. Es que los caminos son las aventuras que dejaron surco por detrás, y cada surco es una marca única y personal –o debiera decirse: y “fantasmal”—.

sábado, 20 de agosto de 2011

La mala suerte de los fantasmas. Capítulo 5



Otra de las conjeturas a la que habían arribado los matemáticos fue que estos fantasmas compartían lo que dieron en llamar un “denominador común”. Algo los identificaba y los hermanaba a la vez. Aparentemente, este denominador común sería una combinación de mala suerte y fracaso. Nunca obtuvieron, aquellos científicos de lo abstracto, la ecuación exacta para esta combinación, puesto que ellos mismos aceptaban ser un tanto fantasmagóricos, lo cual significaba que eran también medio fracasados.

Cuentan que, entre los fantasmas, estaba Carlos, un hombre alto y delgado de facciones poco seductoras e hipocondríaco, quien había caído una vez en la guardia de un hospital por una simple gripe. Los médicos le indicaron reposo en una de las salas hasta ser examinado por los especialistas. La demora hizo que Carlos se quedara dormido y, por error, una enfermera lo trasladó al segundo piso de la institución, donde había pacientes en condiciones terminales. Lo único que recordó fue el motivo por el cual había llegado al hospital cuando, al día siguiente, le detectaron un virus irreconocible por el cual terminó en una sala terapia intensiva en el cuarto piso. 

Carlos tenía pocos familiares y un puñado de amigos con demasiadas ocupaciones, con los que ya no conseguía frecuentar como en tiempos remotos. Al principio, algunos familiares lo visitaron y lloraron al pie de su cama las primeras semanas y, al caer en una especie de estado vegetativo y con el correr de los días, ya nadie volvió a pasar por su habitación del cuarto piso. En las reuniones familiares comenzó a percibirse una profunda omisión de aquel tema, que intentaban cubrir con banalidades y conversaciones de lo más inusitadas bajo un manto de complicidad aunada. 

Dicen por el barrio de Balvanera, que Carlos canta a coro y con nostalgia la mala suerte compartida por tantos otros desafortunados que la vida ha ido llevando a aquellos pagos desconocidos, a aquellos lares fantasmales. Pero también se dice que en la participación armónica de los fantasmas del Congreso, Carlos pudo encontrar esa calidez amistosa de los que comparten el mismo derrotero, sin honores ni ventajas.


Nota aclaratoria: la imagen de arriba fue tomada del sitio http://arconazul.wordpress.com/tag/mayorga/ donde MALA SUERTE publica su presentación en Valladolid de su sexto trabajo: “ENGANCHADOS”. “Carlos” es un personaje ficticio, que nada tiene que ver con el retrato mostrado de manera figurativa más arriba. 

sábado, 13 de agosto de 2011

La lógica tras las historias. Capítulo 4



Después de un tiempo de comenzados los escalofriantes escenarios nocturnos que se montaron sobre las calles de Balvanera, empezaron a difundirse, como era de suponer, diversas especulaciones sobre los motivos de tal situación inexplicable.

No tardaron los parapsicólogos en dar sus primeros atisbos sobre los orígenes de aquellas imágenes espectrales, mencionando espíritus del más allá que habrían quedado más o menos enclaustrados entre la Divina Providencia y los tormentos de Hades. Incluso, estos pseudocientíficos habían intentado comunicarse a través de médiums tantas veces como la cantidad de frustraciones logradas en tales intentos fallidos.

Más tarde, salieron los filósofos y teólogos a buscar explicaciones existenciales que podrían haber acabado con la histórica búsqueda de los anhelos más ansiados por la humanidad desde los tiempos de Sócrates y Platón. Esto podría haber ocurrido, de no ser por la incompetencia que caracterizó sus enunciados argumentativos pretendiendo demostrar lo que ya algún otro filósofo griego había planteado hacía siglos, luego de una fuertísima ingesta alcohólica. 

Por último, sin ningún tipo de recelo, aparecieron grupos de matemáticos, quienes intentaron desafiar la astucia de los atrevidos planteos filosóficos y paranormales que habían causado un gran impacto luego de las primeras conjeturas publicadas. Los matemáticos partían de la hipótesis de que la sumatoria de las partes debería dar como resultado la totalidad de la población de Balvanera y que, censando la población actual del barrio y restando la que había antes, podría estimarse, aproximadamente, la cantidad de ánimas que merodeaban los callejones en los anocheceres. Con esto demostrarían la existencia de las almas y una serie de cosas que no viene al caso comentar puesto que, una vez más, se encontraron con un rotundo fracaso, debido a una falta de datos estadísticos confiables y una escasa popularidad entre las masas mediáticas.

¿Cuál era el mecanismo o lógica de este fenómeno fantasmagórico? ¿Acaso tenía, para este entonces, algún tipo de importancia? ¿Eran aquellos espectros las representaciones de las personas que habían caído en el error de pasear por las noches del barrio de Congreso? ¿O esas figuras espectrales eran tan sólo llos retratos de las historias que ellas cantaban incesantemente? ¿Qué diferencias habría entre las historias entonadas y los hombres que las habían encarnado? 

jueves, 11 de agosto de 2011

Las historias de fantasmas. Capítulo 3



Eran multitudes fantasmales las que acosaban, para ese entonces, a las calles céntricas del barrio de Balvanera. Algunos dicen que no se sabía bien si aquellas neblinas nocturnas se debían a los cambios climáticos, ni tampoco si ellos nos estarían convirtiendo en una nueva Londres, o si, en realidad,  eran obra de las mareas espectrales que danzaban de manzana en manzana.

¿A quién no le asustaría una historia así? ¿Qué valiente se atrevería a enfrentar en plena noche la posibilidad de ver en los ojos de un fantasma los sinsentidos sufridos que lo convertirían en uno más de aquella banda solitaria? Solamente un desprevenido o un incrédulo, claro, saldrían de sus casas frente a semejantes condiciones temerarias.

Es así que, con el correr de las noches, los callejones de aquel barrio de apariencia corriente pero materialidad hostil –si es que a aquello se lo podría describir como “materialidad”— se fueron transformando en verdaderos lugares de nadie. Por el entramado vial del barrio conocido como El Congreso podía observarse –si alguien tomaba el coraje de asomarse a la ventana— el mismo vacío que se percibe en las noches de toque de queda. Transmitía la misma sensación fría de una postal totalmente impersonal, con una blanca niebla que cubría densamente sus pasajes, en la cual se iban repitiendo a coro, una y otra vez, las historias que habían llevado a estos espíritus a tal circunstancia. Las Historias de Fantasmas.

lunes, 1 de agosto de 2011

Son muchos los fantasmas. Capítulo 2



¿Qué acciones podrían marcar el destino de un hombre para convertirse en un espíritu que merodea las calles de Balvanera a altas horas de la noche? Dicen que el mayor de los delitos que un hombre puede cometer en vida, es dejarse amedrentar por la rutina. Rutina que trabaja sobre las voluntades como el viento marítimo sobre las rocas costeras –que se disgregan en granos de arena—.

Claro, ¿quién pensaría que esta es la falta que llevaría a alguien a ser el Fantasma? ¿Acaso la mediocridad de los actos cotidianos sería el motivo de su consagración fantasmal? Era quizás la falta de aventuras la que hundía a este ser al más profundo de los olvidos. En un impecable sistema de relojería, ningún engranaje se destaca de manera especial.

¿O acaso ha pasado alguno de ustedes, lectores, por un muro de ladrillos y ha detenido su atención sobre uno en particular?

Entonces un ser gris, sin tonos notorios, no es quizás digno de merecer un reconocimiento particular. No haber cuestionado y enfrentado las convenciones que se dieron por establecidas lo transformaban en un individuo más, asediado por las reglas de un entorno que jamás hubiera considerado suyo en otras circunstancias.

Se dice que cuando uno camina por las calles de Balvanera por las medianoches, puede escuchar un canto nostálgico y más bien nocivo para el oído del entendido. Dícese que quien se cruza al Fantasma en alguna esquina, al verlo a los ojos, se ve a sí mismo. Que el reflejo en el espectro lo conduce al observador a cuestionarse innumerables cosas –entre ellas: ¡por que demonios habría salido a pasear aquella noche!, si normalmente no lo hacía—.

Dicen que quien lo cruza por las calles de Balvanera e intercambia aunque sea unas breves reflexiones –como por ejemplo: “¿Cuál es el sentido de nuestra efímera existencia y el destino de nuestra alma?”, u otras  como: “¿Tenés un pucho, campeón?”— termina transformándose en su condición espectral y comienza a transitar las calles del suburbio sin rumbo, sin destino y sin razón.

Dicen que ya son incontables los Fantasmas en Balvanera –como los granos de arena— y que los cánticos son coros y que el riesgo de cruzarse con el Fantasma en una esquina es tan alto que no se recomienda adentrarse en ese barrio. Por las noches en la Plaza Miserere los coros cantan las historias que los llevaron a vagar bajo su cielo cenizo, entre casas tomadas y el zigzagueo de los ebrios.

Tantas son las historias que ya nadie recuerda al Fantasma que dio origen a esta. Tantos son los fantasmas que ya nadie recuerda al del Don SOS, y nada que no se recuerde existe, y por ende se diluye con el olvido que día a día se adueña de los visitantes en los pasajes de la milonguera Balvanera.