miércoles, 30 de noviembre de 2011

Dicotomías argentas



A medida que observamos el comportamiento del argentino promedio, encontramos que son más las cosas que nos separan que las que nos unen. Por eso son escasas las situaciones en que la bandera nacional flamea al son de un único compás: un mundial, un mundial, o… un mundial.

Pero, ¿es esto acaso un síntoma negativo? A priori muchos dirían que sí, que otras culturas poseen un sentimiento y una unión nacional más grandes, donde la gente lucha por el interés común y el bienestar  público, donde la sensibilidad social logra atravesar las fronteras de la burguesía reaccionaria. Particularmente,  nosotros no encontramos ningún ejemplo de estos.

Nuestro deseo es destacar las virtudes ocultas en nuestras dicotomías. El argentino tiene la necesidad de generar debate, y el debate enriquece el conocimiento y la comprensión de aquello contra lo cual se argumenta un determinado punto de vista. No importa qué punto de vista defiende, sino qué necesita defender uno: el opuesto del que tiene adelante. 

Esto se ha acuñado así, como una verdad inherente al ser argento, desde los Realistas contra los Revolucionarios Nacionalistas, pasando por los Federales y Unitarios, Peronistas y Gorilas, hinchas de Racing contra hinchas del amargo. De esta manera, se extenderían las diferencias hasta con nimiedades tan efímeras y carentes de esencia como quién tiene tal o cual parte del cuerpo más grande que la del otro contra el cual se está debatiendo de manera netamente argumentativa.

Ya desde tiempos remotos existe la necesidad humana de la dualidad que complementa y al mismo tiempo confronta dos realidades opuestas: el cuerpo y el alma, el bien y el mal, la trinidad y un único Dios, etc. Todas estas dualidades habrían sido heredadas de la simple observación de la naturaleza, la cual mostraba en su seno mismo esta dicotomía: la noche y el día, el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el blanco y el negro, que acabaría por enfrentar, en nuestros días, hinchas de Rosario Central y de Newells en las cercanías de Arroyito. Todo eso ya estaba impreso en la realidad creada.

El argentino, a lo sumo, es una demostración de la dualidad que existió en la naturaleza desde sus primeros días, con una evolución escasamente desarrollada para modificar este primer análisis, como para llegar a uno superador. De todos modos, es admirable la imperturbable condición y la actitud que muestra al elaborar dialécticamente argumentos organizados con una perfección evolucionada, para defender hasta aquello en lo que él mismo no cree.

El argentino es un maestro de la oposición sin fundamentos, un catedrático de la dicotomía sin contenido, un guía espiritual para orientar a la vereda de enfrente (siempre que su opositor no se halle previamente allí). Es más, seguramente usted, lector, ya debe tener una opinión formada que se opone totalmente a lo relatado en esta publicación y, por eso usted, sin duda, es argentino.