“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”, escribió una vez Antonio Machado. “Todo pasa” dijo Julio Grondona, con la misma tesitura con la que Michael Corleone mandó a matar a su hermano. “Todo es efímero” cantaron los Redondos de Ricota, conquistando a las masas que se agolpaban a la entrada del estadio. “Todo es impermanente, toda realidad es ilusoria” pretenden difundir los seguidores del budismo.
Distintas formas y contextos ha
tomado lo que popularmente se conoció en el barrio como “del polvo venimos y al
polvo vamos”. Al parecer, esta sabiduría que intentó disfrazarse de poesía,
rock and roll y religión siempre estuvo presente en el manejo sencillo de la cotidianeidad
mundana y barrial.
Incluso las hinchadas de fútbol,
más allá de la brutalidad asociada a estos movimientos fanatizados al extremo
de no comprender razones, cantaron con cierto aire de intelectualidad oculta “pasan
los años, pasan los jugadores, yo te sigo alentando sin salir campeones…”. Es
notorio que el elemento pasajero y transitorio de la vida misma está presente
hasta en los grupos más violentos cuando vociferan “los vamo´ a matar, los
vamo´ a matar… ”.
Es por esto que dedico esta
publicación intrascendente a la sabiduría popular, a los filósofos de bar, a los
barrabravas de platea, a los
políticos de café, entre tantos que hacen de este circo un pintoresco entorno de
folklore cultural o de algo por el estilo, que no importa demasiado porque de
todos modos pasará.
Auspician la nota:
Relojes “Paddle Watch”
Tirano, que es el
tiempo.
Nietzsche, quien
visualizó la impermanencia de Dios, pero al parecer la suya era mayor (QEPD)
El patrón oro, que
sigue mandando por más que lo comparen con el tiempo.
Como todos escribimos para que se lea lo escrito, vaya este comentario para que sepas que estamos, simplemente, que te leemos. Y lo que vemos nos gusta. Un abrazo.
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