PARTE 4: LA TORMENTA
Martín, mi profesor de náutica y
capitán del Spice of Life durante
aquella travesía, fue el único de los cuatro que salió con el traje de agua y
el arnés preparado. La realidad es que horas antes del episodio tormentoso
frente a la costa de Miami habían pasado algunos partes que pronosticaban la
posibilidad de mal tiempo, y eso fue algo que después mi madre no le perdonaría
jamás. La idea de que todo podría haberse previsto mejor, la idea de que él
como capitán tenía la obligación de proteger a la tripulación fue un sello de
fuego en el discurso materno de allí en adelante.
En ese preciso momento poco
importaron los pronósticos. Pronóstico se hace sobre el futuro, pronóstico de
aquello había sucedido en el pasado y la tormenta era presente. El oleaje
aumentaba a cada segundo, acompañando la intensidad del viento que parecía
reclamar su soberanía en aquellos lares marítimos. Comenzó a caer agua, algunas
gotas copiosas al principio, que segundos después se transformaron en un
diluvio que no solamente dificultaba el habla al abrir la boca, sino que
tampoco permitía ver la proa del velero (solo se veía el mástil, a tan solo cinco
metros).
Lluvia, viento, olas. Ese paisaje
cubrió nuestra realidad inmediata en segundos y tan solo podíamos vernos a
duras penas entre nosotros. La tormenta de la Florida mostraba la furia de la
naturaleza majestuosa y la rotunda afirmación de que estábamos en un clima
tropical, y que no nos dejaría ir a casa sin probar de su rabia.
La adrenalina comenzó a subir
siguiendo el ritmo violento del oleaje, el viento y la lluvia que caía como
baldazos, uno tras otro. Mi viejo se fue para el mástil, temiendo que yo fuera allí
para seguir las indicaciones de Martín, como había sido siempre, dado que era
liviano, ágil y voluntarioso para ejecutar las tareas más obstaculizadas. Mi
viejo, con más de cuarenta años y sin arnés, se fue para el mástil en medio de
una tormenta tropical que sacudía con una fuerza que parecía que se terminaba
el mundo ahí nomás.
Yo empecé a los gritos con el
capitán, Martín, que empezaba a dar instrucciones por el manejo de la vela de
proa. La operación constaba en reducir la superficie del paño expuesto al
viento ingobernable y luego dominarla con la escota (cabo que se usa para
controlar la tensión de la vela). La fuerza implacable del viento determinó que
no podríamos seguir esas operaciones usando solo un molinete, el de estribor,
sino que tuvimos que llevar el cabo hasta el molinete opuesto de babor para
hacer fuerza con ambos a la vez, entre Martín y yo.
Al mismo tiempo que empezaban los
gritos entre Martín, mi padre y yo, para coordinar las acciones que nos salvarían
la vida si todo salía bien, recuerdo con precisión que quien tomó el timón de
rueda fue el periodista. En medio de la situación tensa que estábamos
atravesando, el periodista no cedió a la solemnidad de la naturaleza con la que
Poseidón proclamaba que todo eso era
suyo, y lanzó al aire un “ROCK AND ROLLLLLLL” que me provocó una alegría
insensata de estar arriesgando mi vida (posiblemente sin entenderlo del todo)
en aquel velero, en aquella tormenta tropical junto a esos tipos.
Me faltó contar que el dueño de
la flota de taxis asistió en la operación de la reducción del paño de la vela
mayor, para la cual mi viejo había ido al mástil desde el primer momento. La
lucha que estos cinco hombres (bueno, yo, adolescente) encarnamos en ese
momento no es fácil de describir. Fuerza, mucha fuerza, gritos, manos tirando
de cabos, cabos que se zafaban de sus lugares, velas ingobernables a merced de
un viento furioso que prometía arrancarlas de cuajo, y más gritos y más viento,
y lluvia que entraba por cualquier orificio que se le presentara la oportunidad,
y olas, y adrenalina, mucha adrenalina. Todo esto ocurrió durante unos minutos,
quizás cinco, quizás diez, no recuerdo bien, lo que recuerdo es que fueron los
minutos más largos de mi vida, los segundos más excitantes, la combinación más
rara de miedo y felicidad que experimenté quizás en toda mi existencia.
Luego de la guerra en cubierta
contra la naturaleza, finalmente empezamos a domar la tormenta con el control
de las variables que necesitábamos para superar la situación. Fue allí cuando
pudimos contemplar la realidad a la que nos estaba enfrentando el océano y la
suerte y las agallas que habíamos tenido para poner al Spice of Life en rumbo correcto, bajo control, con la escora (inclinación)
justa como para no hundir al navío y chocar las olas con determinación, como
para que no fueran ellas las que determinaran el final del velero. Fue entonces
cuando habiendo culminado el momento más arriesgado de la tormenta, pero sin
que terminara todavía la tormenta que golpeaba y azotaba sin piedad, entonamos
esta canción:
“La mar estaba serena, serena estaba la mar…
La mar estaba serena, serena estaba la mar…
Con á
La mar estaba serena, serena estaba la mar…
Con á
La mar astaba sarana, sarana astaba la mar…
La mar astaba sarana, sarana astaba la mar…
La mar astaba sarana, sarana astaba la mar…
Con é
Le mer estebe serene, serene estebe le mer…
Le mer estebe serene, serene estebe le mer…
Le mer estebe serene, serene estebe le mer…
Con í….”,
y así hasta el final.
y así hasta el final.
Minutos después, seguramente
fueron pocos minutos (los suficientes), acudió a la salida de la cabina (desde
adentro) mi madre con la cámara de foto en mano, con una situación meteorológica
que claramente empezaba a mejorar. Allí sacó una foto que pasaría a la
posteridad, como la representación exacta de la adrenalina por la que habíamos
pasado minutos antes, con la felicidad de haber superado lo peor, con el
orgullo de haber estado presentes, con el triunfo que quedaría grabado para
siempre en las memorias de aquellos hombres diminutos frente a la inmensidad
del océano y la fiereza del trópico tramposo y a su vez, espectacular.
Lástima que mi viejo no salió en
la foto.
- FIN -
Don SOS, es alusinante rememorar con un relato tan jugoso las emociones que compartimos en el Spice of Life. Gracias por devolverme tan lindos recuerdos que tan bien has ilustrado desde lo pictorico y lo emocional. Que lindo que conserves tan profundamente aquella experiencia y que magnifica tu pluma para documentar la aventura.
ResponderEliminarMis felicitaciones marinero y que tu genio siga viento en popa.
El Capi
Qué grande! Qué buena onda haber encontrado un comentario tuyo acá. Espero que anden muy bien tus cosas, y que quizás algún día nos volvamos a encontrar en un velero, yo corriendo y vos a los gritos! jaja
ResponderEliminarAvisame si necesitas tripu en algún momento!!
Abrazo, Capitán!!!
Simplemente, entretenido. Muy buen relato, bien escrito, sencillo y agil. No me gusta mirar fotos viejas pero este recuerdo esta muy bien revivido.
ResponderEliminarEl que no arruinó la foto.
Papá! Pensé que te había perdido en la tormenta!!! Volviste!!
ResponderEliminarLamento haberme demorado tanto en leer los últimos capítulos, porque existe una situación que mi hijo como buen machista no recuerda...
ResponderEliminarEs que para que su padre hoy pudiera estar presente -tras su alocada elección de mandarse al mástil, para evitar que su hijo lo hiciera, en lugar de dejar que fuera el profe-, su madre (que soy yo)tuvo que sostenerlo en medio de las olas de los fondillos de sus calzones mojados para evitar que cayera al mar.
Porque aunque no me tenga en cuenta, hasta que recuperé a su padre, y lo hice temblando -mezcla rara de miedo, desconcierto y el frío producido por la mojadura-, porque no estábamos vestidos conforme la tormenta lo ameritaba.
En ese bendito momento pensé quién me convenció, quién me mandó venir y como si fuera poco, meter a mis hijos en tamaña aventura...
Luego, bajé a la cabina con Fernando (p) intentando recuperar el habla y el calor del cuerpo, mientras los locos que habían quedado fuera cantaban de felicidad.
Pues qué me quedaba entonces, sino ir en busca de la cámara de fotos.
Y recordar a los marinos que siempre repiten "que tras una tormenta en el mar, los hombres retornan más buenos".
Hijo te pido perdón, pero no podía quedarme con las ganas de contar este episodio.
Hermoso usted y su relato.
vió ud., Don SOS, que... despues de toda tormenta retorna la calma??
ResponderEliminares en ese momento cuando sentimos que el sol brilla mas que de costumbre y, la luna ilumina nuestras almas...
cuando nos deleitara con otro relato?? espero que pronto...