martes, 25 de enero de 2011

Cuando las musas se alejan

Las Musas, de Picasso

Es preciso mencionar que las musas tenían un carácter divino para la mitología griega, y no un aspecto materializado. Estas son las que imprimían en el artista el mensaje que éste representaría en la categoría en la que estuviese especializado.
De esta forma, se desmitifica la teoría de grandes artistas que han sido iluminados por un don sobrenatural. De ninguna manera estos personajes de la historia de la humanidad fueron dotados por características exclusivas y distintas del resto, más sino fueron simples mensajeros de algún que otro capricho divino.
Son las musas quienes guían los pinceles de los pintores, los cinceles de los escultores, la pluma de los escritores. Es en las musas donde reside la magia, más no en los intermediarios sujetos a las críticas de las elocuencias taumatúrgicas ajenas.
Los artistas no son más que títeres que se mueven al compás de la danza divina que las musas les marcan. Estas danzas graban las desventuras o las fortunas que aquellos sufren o gozan para el deleite del público expectante de congraciarse con la historia de aquellos entristecidos mensajeros.
Se dice, por las calles de Balvanera, que el verdadero poeta encuentra a su musa en la mujer amada. Se dice que la encarnación de la musa en aquella cálida figura femenina es la virtud más elevada del artista de corazón sincero y humilde.
Entonces, ¿qué pasa cuando la musa se aleja? ¿Qué retrata, qué canta, qué pinta, el artista? Para el caso es la pluma al escritor como el velero al navegante, si la musa fuese el viento que debiera impulsar la embarcación que quedó a la deriva, sobre las tintas de la indeterminación infinita.
¿Es acaso el arte como la estela que deja el barco por detrás mientras éste se aleja? ¿De qué habla la estela sino del navío que la acaba de atravesar? ¿De qué escribe el poeta cuando la musa se aleja?: De la musa, claro, mientras la estela se extingue a su paso, y el poeta junto a ella.
A mi musa, que la extraño.

DON SOS