domingo, 24 de junio de 2012

Números, números, números

Es imposible entender la vida actual sin números. Parece mentira pensar cuánto dependemos de ellos. Te veo a las seis de la tarde, afuera hay quince grados, San Lorenzo zafó del descenso directo con veinticinco puntos, el dólar ya no se sabe si está a cuatro con cincuenta, cinco o seis pesos, etc.
Usamos los números para definir las realidades, usamos los números para simplificar lo complejo, para darle forma a lo heterogéneo. Los animales no. Los animales no comen a las trece horas, lo hacen cuando hay hambre y cuando la presa está a mano. Los animales no distinguen las diez mil hectáreas del campo de los “Martínez Ocampo” ni las defensas que lo separan de las cien hectáreas de la chacra de Don Aurelio.
No podemos escapar de frases como no hay dos sin tres, no hay mal que dure cien años, veinte años no es nada. Muchas obras quedarían obsoletas sin la precisión contundente que indican los números: cien años de soledad, las mil y una noches, los tres chiflados, Blancanieves y los siete enanitos, etc. Nadie imagina a Alí Babá y “un montón de” ladrones.
La claridad de los números pareciera ser una lucha humana contra el desorden entrópico que marca la vida.
Números, números, números, pensaba, mientras me preguntaba cuántos relatos voy a escribir, cuántos escribí, cuántos libros leí este año, cuántas páginas me quedan para terminar el que estoy leyendo ahora, cuántos minutos me quedan para ir a dormir, cuántos días faltan para que llegue otro fin de semana, cuántas semanas para las próximas vacaciones. Números, números, números, un TOC necesario en una sociedad tan humana como enferma.
Esta publicación se terminará en cinco palabras, cuatro, tres, dos, una…

martes, 19 de junio de 2012

Del polvo venimos y al polvo vamos


“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”, escribió una vez Antonio Machado. “Todo pasa” dijo Julio Grondona, con la misma tesitura con la que Michael Corleone mandó a matar a su hermano.  “Todo es efímero” cantaron los Redondos de Ricota, conquistando a las masas que se agolpaban a la entrada del estadio. “Todo es impermanente, toda realidad es ilusoria” pretenden difundir los seguidores del budismo.

Distintas formas y contextos ha tomado lo que popularmente se conoció en el barrio como “del polvo venimos y al polvo vamos”. Al parecer, esta sabiduría que intentó disfrazarse de poesía, rock and roll y religión siempre estuvo presente en el manejo sencillo de la cotidianeidad mundana y barrial.

Incluso las hinchadas de fútbol, más allá de la brutalidad asociada a estos movimientos fanatizados al extremo de no comprender razones, cantaron con cierto aire de intelectualidad oculta “pasan los años, pasan los jugadores, yo te sigo alentando sin salir campeones…”. Es notorio que el elemento pasajero y transitorio de la vida misma está presente hasta en los grupos más violentos cuando vociferan “los vamo´ a matar, los vamo´ a matar… ”.

Es por esto que dedico esta publicación intrascendente a la sabiduría popular, a los filósofos de bar, a los barrabravas de platea, a los políticos de café, entre tantos que hacen de este circo un pintoresco entorno de folklore cultural o de algo por el estilo, que no importa demasiado porque de todos modos pasará.

Auspician la nota:

Relojes “Paddle Watch”
Tirano, que es el tiempo.
Nietzsche, quien visualizó la impermanencia de Dios, pero al parecer la suya era mayor (QEPD)
El patrón oro, que sigue mandando por más que lo comparen con el tiempo.