lunes, 23 de julio de 2012

Historia de una tormenta (parte cuatro).

PARTE 4: LA TORMENTA


Martín, mi profesor de náutica y capitán del Spice of Life durante aquella travesía, fue el único de los cuatro que salió con el traje de agua y el arnés preparado. La realidad es que horas antes del episodio tormentoso frente a la costa de Miami habían pasado algunos partes que pronosticaban la posibilidad de mal tiempo, y eso fue algo que después mi madre no le perdonaría jamás. La idea de que todo podría haberse previsto mejor, la idea de que él como capitán tenía la obligación de proteger a la tripulación fue un sello de fuego en el discurso materno de allí en adelante.

En ese preciso momento poco importaron los pronósticos. Pronóstico se hace sobre el futuro, pronóstico de aquello había sucedido en el pasado y la tormenta era presente. El oleaje aumentaba a cada segundo, acompañando la intensidad del viento que parecía reclamar su soberanía en aquellos lares marítimos. Comenzó a caer agua, algunas gotas copiosas al principio, que segundos después se transformaron en un diluvio que no solamente dificultaba el habla al abrir la boca, sino que tampoco permitía ver la proa del velero (solo se veía el mástil, a tan solo cinco metros).

Lluvia, viento, olas. Ese paisaje cubrió nuestra realidad inmediata en segundos y tan solo podíamos vernos a duras penas entre nosotros. La tormenta de la Florida mostraba la furia de la naturaleza majestuosa y la rotunda afirmación de que estábamos en un clima tropical, y que no nos dejaría ir a casa sin probar de su rabia.

La adrenalina comenzó a subir siguiendo el ritmo violento del oleaje, el viento y la lluvia que caía como baldazos, uno tras otro. Mi viejo se fue para el mástil, temiendo que yo fuera allí para seguir las indicaciones de Martín, como había sido siempre, dado que era liviano, ágil y voluntarioso para ejecutar las tareas más obstaculizadas. Mi viejo, con más de cuarenta años y sin arnés, se fue para el mástil en medio de una tormenta tropical que sacudía con una fuerza que parecía que se terminaba el mundo ahí nomás.

Yo empecé a los gritos con el capitán, Martín, que empezaba a dar instrucciones por el manejo de la vela de proa. La operación constaba en reducir la superficie del paño expuesto al viento ingobernable y luego dominarla con la escota (cabo que se usa para controlar la tensión de la vela). La fuerza implacable del viento determinó que no podríamos seguir esas operaciones usando solo un molinete, el de estribor, sino que tuvimos que llevar el cabo hasta el molinete opuesto de babor para hacer fuerza con ambos a la vez, entre Martín y yo.

Al mismo tiempo que empezaban los gritos entre Martín, mi padre y yo, para coordinar las acciones que nos salvarían la vida si todo salía bien, recuerdo con precisión que quien tomó el timón de rueda fue el periodista. En medio de la situación tensa que estábamos atravesando, el periodista no cedió a la solemnidad de la naturaleza con la que Poseidón proclamaba que todo eso era suyo, y lanzó al aire un “ROCK AND ROLLLLLLL” que me provocó una alegría insensata de estar arriesgando mi vida (posiblemente sin entenderlo del todo) en aquel velero, en aquella tormenta tropical junto a esos tipos.

Me faltó contar que el dueño de la flota de taxis asistió en la operación de la reducción del paño de la vela mayor, para la cual mi viejo había ido al mástil desde el primer momento. La lucha que estos cinco hombres (bueno, yo, adolescente) encarnamos en ese momento no es fácil de describir. Fuerza, mucha fuerza, gritos, manos tirando de cabos, cabos que se zafaban de sus lugares, velas ingobernables a merced de un viento furioso que prometía arrancarlas de cuajo, y más gritos y más viento, y lluvia que entraba por cualquier orificio que se le presentara la oportunidad, y olas, y adrenalina, mucha adrenalina. Todo esto ocurrió durante unos minutos, quizás cinco, quizás diez, no recuerdo bien, lo que recuerdo es que fueron los minutos más largos de mi vida, los segundos más excitantes, la combinación más rara de miedo y felicidad que experimenté quizás en toda mi existencia.

Luego de la guerra en cubierta contra la naturaleza, finalmente empezamos a domar la tormenta con el control de las variables que necesitábamos para superar la situación. Fue allí cuando pudimos contemplar la realidad a la que nos estaba enfrentando el océano y la suerte y las agallas que habíamos tenido para poner al Spice of Life en rumbo correcto, bajo control, con la escora (inclinación) justa como para no hundir al navío y chocar las olas con determinación, como para que no fueran ellas las que determinaran el final del velero. Fue entonces cuando habiendo culminado el momento más arriesgado de la tormenta, pero sin que terminara todavía la tormenta que golpeaba y azotaba sin piedad, entonamos esta canción:

“La mar estaba serena, serena estaba la mar…
La mar estaba serena, serena estaba la mar…

Con á
La mar astaba sarana, sarana astaba la mar…
La mar astaba sarana, sarana astaba la mar…
Con é
Le mer estebe serene, serene estebe le mer…
Le mer estebe serene, serene estebe le mer…
Con í….”,
y así hasta el final.
Minutos después, seguramente fueron pocos minutos (los suficientes), acudió a la salida de la cabina (desde adentro) mi madre con la cámara de foto en mano, con una situación meteorológica que claramente empezaba a mejorar. Allí sacó una foto que pasaría a la posteridad, como la representación exacta de la adrenalina por la que habíamos pasado minutos antes, con la felicidad de haber superado lo peor, con el orgullo de haber estado presentes, con el triunfo que quedaría grabado para siempre en las memorias de aquellos hombres diminutos frente a la inmensidad del océano y la fiereza del trópico tramposo y a su vez, espectacular.

Lástima que mi viejo no salió en la foto.


- FIN -

6 comentarios:

  1. Don SOS, es alusinante rememorar con un relato tan jugoso las emociones que compartimos en el Spice of Life. Gracias por devolverme tan lindos recuerdos que tan bien has ilustrado desde lo pictorico y lo emocional. Que lindo que conserves tan profundamente aquella experiencia y que magnifica tu pluma para documentar la aventura.
    Mis felicitaciones marinero y que tu genio siga viento en popa.
    El Capi

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  2. Qué grande! Qué buena onda haber encontrado un comentario tuyo acá. Espero que anden muy bien tus cosas, y que quizás algún día nos volvamos a encontrar en un velero, yo corriendo y vos a los gritos! jaja

    Avisame si necesitas tripu en algún momento!!

    Abrazo, Capitán!!!

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  3. Simplemente, entretenido. Muy buen relato, bien escrito, sencillo y agil. No me gusta mirar fotos viejas pero este recuerdo esta muy bien revivido.
    El que no arruinó la foto.

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  4. Papá! Pensé que te había perdido en la tormenta!!! Volviste!!

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  5. Lamento haberme demorado tanto en leer los últimos capítulos, porque existe una situación que mi hijo como buen machista no recuerda...
    Es que para que su padre hoy pudiera estar presente -tras su alocada elección de mandarse al mástil, para evitar que su hijo lo hiciera, en lugar de dejar que fuera el profe-, su madre (que soy yo)tuvo que sostenerlo en medio de las olas de los fondillos de sus calzones mojados para evitar que cayera al mar.
    Porque aunque no me tenga en cuenta, hasta que recuperé a su padre, y lo hice temblando -mezcla rara de miedo, desconcierto y el frío producido por la mojadura-, porque no estábamos vestidos conforme la tormenta lo ameritaba.
    En ese bendito momento pensé quién me convenció, quién me mandó venir y como si fuera poco, meter a mis hijos en tamaña aventura...
    Luego, bajé a la cabina con Fernando (p) intentando recuperar el habla y el calor del cuerpo, mientras los locos que habían quedado fuera cantaban de felicidad.
    Pues qué me quedaba entonces, sino ir en busca de la cámara de fotos.
    Y recordar a los marinos que siempre repiten "que tras una tormenta en el mar, los hombres retornan más buenos".
    Hijo te pido perdón, pero no podía quedarme con las ganas de contar este episodio.
    Hermoso usted y su relato.

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  6. vió ud., Don SOS, que... despues de toda tormenta retorna la calma??
    es en ese momento cuando sentimos que el sol brilla mas que de costumbre y, la luna ilumina nuestras almas...
    cuando nos deleitara con otro relato?? espero que pronto...

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